martes, febrero 06, 2007
Pamuk y Estambul.
Cuando veo y recorro el mundo una idea me atormenta de manera cíclica. Esta idea tiene que ver con la relación entre acceso, belleza y productos culturales. La pregunta es la siguiente: De todas las creaciones intelectuales que se crean en el mundo, ¿de cuanta belleza contenida en las mismas no disfrutaremos jamás? Imagino que demasiadas. En el mundo, he visto pinturas increíbles en los mercados de Masaya -Nicaragua-, escuchado una música bellísima en Kiruna -la Laponia Sueca- y he disfrutado de una artesanía hermosa y desconocida en lugares tan dispares como Guatavita -Colombia- o Chianmai -Tailandia-. La India -Bollywood- posee la mayor industria de cine del mundo y apenas sabemos, ni disfrutamos nada, del cine indio. A veces, por casualidad, conocemos a alguna de sus estrellas mediaticas por su aparición en alguna cinta norteamericana (Como es el caso de la bellísima Aishwarya Rai en la muy recomendable "La joven de las especias"). No obstante son productos culturales que, de facto, nos están negados.
Con todo, la pintura o la música están escritos en códigos internacionales que permiten una comprensión, y una emoción, directa. Aunque en menor medida, ocurre también con el cine por la costumbre de subtitular en inglés; una lengua que parece una especie de código internacional. No obstante, no ocurre así con la literatura. Leer autores de países pequeños con lenguas de escaso peso internacional es una tarea prácticamente imposible. Es una belleza sustraida. Con todo a veces ocurre el milagro.
Este año le han dado el Premio Nobel de Literatura a uno de estos autores que escriben en lenguas minoritarias: El turco Orham Pamuk. Este suceso, al igual que ya ocurriera con el Nobel japonés Kezamburo Oé, ha hecho posible que alguna de sus obras sean publicadas en el mercado editorial español. Mondadori -que hace de cada edición un auténtico regalo de belleza a sus lectores- ha editado en España una de las obras más conocidas en Turquía del recién galardonado: "Estambul: Ciudad y recuerdos".
El libro es una autobiografía del autor pero también lo es de la ciudad de Estambul. Pamuk es capaz de trasladar al lector a las calles, a los olores y al contacto con una familia tradicional estambulí; la suya propia. Estambul es una de las ciudades más hermosas que conocí jamás y a la que sueño con volver. Este libro le hace justicia. Leerlo es como emprender un viaje maravilloso a la ciudad de su niñez y comprobar como la vida de la ciudad y la suya propia ha recorrido el mismo camino. Si algo tienen de bueno los premios literarios, en este caso el Nobel, es que nos entrega una belleza que de otro modo no hubiéramos disfrutado.
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