jueves, septiembre 28, 2006

Cultura y ópera.

Me ha impresionado sobremanera la que se ha montado en Alemania por la decisión de la Deutsche Opera de suspender la reprentación de la obra "Idomeneo". Todo, y de manera profiláctica, para no ofender al islamismo radical el cual, por otro lado, no debería sentirse ofendido.
En este caso, resulta evidente que el desequilibrio entre la libertad de expresión y la libertad religiosa -ambos entendidos en sentido amplio- ha jugado de manera injustificable a favor del segundo.
Con todo, esta polémica me ha hecho recordar la ópera y el concepto de cultura. La ópera es un arte escénico maravilloso que requiere, no sólo grandes dotes interpretativos sino un gran técnica vocal. Y sin embargo, lo lamento hasta el extremo, me parece sencillamente insoportable. He visto unas cuantas, me he interesado por las historias y, sin embargo, y salvo algunos fragmentos muy específicos, no consigue emocionarme. Hace no mucho tiempo, en el corazón de Bogotá, el escritor Fernando Toledo, un erudito y apasionado de la ópera, se esforzaba en transmitirme la emoción que sentía ante alguna de sus obras favoritas. Le resultó imposible. Desde que se inventó el CD -le dije con ánimo de provocador- y se puede escuchar en calidad digital los framentos maravillosos de cinco minutos insertos en obras de cuatro horas, la ópera perdió su sentido. Al bueno de Fernando casi le da un infarto.
No obstante, no me emociona. No puedo evitarlo. Seguramente, algo muy bueno me estaré perdiendo.

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