lunes, septiembre 18, 2006
Bolaños y la muerte.
Acabo de leer parte de la obra de Roberto Bolaños y me he preguntado por la muerte. El autor chileno murió sin publicar su obra maestra: 2666. Es un obra, sencillamente, magistral. Una novela que, en realidad, son cinco. Una pentalogía que son cinco novelas encajadas unas dentro de otras. Cinco novelas que se interrelacionan y forman una especie de todo unitario. He tardado casi un año en leerla pero no por hastío sino por dosificación del placer. La literatura de Bolaños es una literatura de degustación al estilo de las mejores obras de Borges. El propio volumen editado por Anagrama -un tocho de más de mil páginas- ya desicentiva cualquier literatura rápida, cualquier traslado del volumen. 2666 es un libro de bolsillo imposible. Por ello siempre he leido el libro en casa, siguiendo algo parecido a una liturgia. Un vaso de Amaretto en la mesa, un lápiz en mi mano, un Faber-Castell 0.5 que sencillamente adoro y, como música de fondo, el concierto de Aranjuez del Maestro Rodrigo o, en su defecto, alguna de las piezas de Roy Eldridge. Realmente lo he disfrutado.
No obstante, les hablaba de la muerte. Me acordé de ella porque 2666 es una obra póstuma. La muerte es lo única certeza que tenemos pero vivimos como si no existiera. Teniendo el convencimiento de ser mortales, vivimos como si no lo fuéramos. Me crié en un sociedad donde velar a los muertos forma parte de la cultura y donde acompañar en ese trance es una de las mayores formas de manifestar el afecto por los familiares del fallecido. Es algo que se agradece y se recuerda. Las familias, más de veinte años después, recuerdan a la perfección quienes acompañaron en esa ocasión a tal o cual familiar fallecido. De niño, pero fundamentalmente de adolescente y de adulto, he acudido a entierros, velatorios y funerales. Salvo en algunos supuestos en los que el muerto era tremendamente anciano -que no en todos- los familiares no podían creerse lo que les pasaba. La muerte siempre era algo que le ocurría a los demás o que veían en la televisión. Debía ser algo a lo que debiéramos prepararnos. La muerte como fin o como salvación. En cualquier caso, la muerte como descanso. Lo que ya es seguro, basta ver el mundo que nos rodea, es que el infierno está aquí.
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