Hace casi un mes que no actualizo el blog. El tiempo es como un río que a veces discurre por cauces que a veces ignoramos. La vida, de nuevo en un corto periodo de tiempo, me ha traído a Colombia. Este país es un lugar realmente apasionante. Después de un tiempo en Bogotá, la convicción de que los prejuicios son casi siempre falsos y superables se torna una realidad indiscutible. Desde Europa tenemos la visión de una ciudad violenta e insegura. Quizá es una percepción que tendrían in situ los que jamás salieron de su aldea.
No obstante, cualquiera que haya vivido en una ciudad del continente americano puede constatar que el prejuicio de la inseguridad encarna una falacia. Los Angeles, Washington o cualquiera otra de las grandes ciudades norteamericanas -no vamos a hablar de Caracas o de Mexico DF- son muchísimo más peligrosas. Bogotá es una ciudad en medio de un llano al asoco de unos cerros que le dan cobijo. Es una ciudad con sus normas y sus códigos que, de facto, está dividida en dos. El Norte y el Sur. El Norte es próspero y acogedor, poco problemático y relativamente seguro. El Sur, por el contrario, es una ciudad popular cuando no marginal. La una vive de espaldas a la otra. En el norte, el nivel de vida, es, más o menos, similar a muchas ciudades europeas. Hay buenas infraestructuras, hay servicios estratégicos de muy buena calidad, las Universidades tienen hermosos campus que harían enrojecer a las históricas universidades europeas, el comercio es próspero y variado, desde el más lujoso de la zona Andino al relativamente popular de la Carrera Sexta. El sur, que al igual que los bogotanos que viven en el Norte jamás he visitado, es más humilde y menos desarrollado. Cuanto más al sur peor. Y es, únicamente, la más terrible de estas zonas de la que tenemos noticia en Europa: Ciudad Bolivar. De facto, es algo parecido a las "favelas" de Río de Janeiro aunque con mejores infraestructuras. Los reportajes de televisión que recorren las televisiones europeas sobre el sicariato o el tráfico de drogas son rodados aquí. Es sólo una parte de la realidad.
En cualquier caso, tampoco resulta extraño. Las televisiones colombianas están plagadas de noticias y reportajes de trata de mujeres y explotación sexual en España. En España todos los colombianos son sospechosos de traficantes de droga. En Colombia, los españoles son sospechosos de traficantes de mujeres. Y así se escribe la historia.
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