lunes, marzo 27, 2006
De viaje en Nicaragua
A esta hora estoy sentado en una de las salas de espera del aeropuerto internacional de San José, en Costa Rica, en escala del vuelo proveniente de Managua con destino final a Madrid. Estoy conectado a una red wifi que me permite escribir, en las dos horas de espera que me quedan, algo en este blog que llevo tiempo sin actualizar.
He estado una semana en Managua impartiendo un módulo de Comercio Electrónico en el máster de empresa de la UCA (Universidad centroamericana) e impartiendo alguna otra conferencia. Ha sido una semana realmente para recordar. Nicaragua me acogió con el primer día de gran calor de la temporada y experimenté en mis propias carnes la experiencia del verano centroamericano. Es una calor húmedo pero a la vez relajante que te hace sentir vivo.
Managua, la capital de Nicaragua, es una ciudad de contrastes. Un centro histórico derruido tras el terremoto de 1972 -en la foto frente a la catedral vieja- da paso a una ciudad nueva en la que conviven zonas de copas -hippos- con uno de los grandes mercados, y también de los más peligrosos, de latinoamérica. Visitarlo fue toda una experiencia que no olvidaré. Cuarenta manzanas de puestos lo conforman. Corre la leyenda de que, una sóla persona, podría montar un coche comprándolo por piezas.
Los compañeros de la UCA -Pauni, Cristian y Omar, especialmente- me trataron con una amabilidad que no olvidaré. Además de enseñarme toda Managua de día y noche -no olvidaré las "Toñas" y el "Flor de Caña" que nos tomamos- me llevaron a visitar la colonial y maravillosa ciudad de "Granada" y sus isletas ¡un auténtico paraiso!. Granada es una ciudad colonial que, al borde un lago, tiene un conjunto de isletas asombrosas que pueden recorrerse en barco. Allí, al margen del paisaje, comí uno de los pescados más sabrosos que jamás probé. También visité el volcán activo de Masaya y el parque natural que lo circunda. Sin duda, Nicaragua es uno de esos países con atractivos naturales por descubrir.
En unos minutos regresaré a España con la experiencia vivida y con la mente llena de recuerdos. Después de haber recorrido medio mundo, cuando vengo a latinoamerica o trato con sus gentes, no deja de invadirme la sensación de tratar con nosotros mismos.
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