Es una fruta escasa y rodeada de misterio. Por alguna razón que no se alcanza a entender, en Colombia, sólo se produce en un sólo pueblo llamado "Mariquita". Conseguirla es difícil porque un árbol, para arrojar un fruto de calidad, debe tener como mínimo diez años. Además, el rendimiento productivo de cada árbol, en relación con un naranjo o un peral -no digamos ya con un árbol de mango- es muy bajo. Debe consumirse en las semanas siguientes a que haya sido recolectada porque, cuanto más tiempo pasa, aunque el fruto sigue siendo jugoso, su sabor y textura empeora.
Encontrarlos en los supermercados más que difícil es imposible. Es un producto demasiado sensible como para que las grandes cadenas lo incluyan en los inventarios. Por ello, sólo pueden encontrarse por dos vías. En los mercados, las raras veces que desde Mariquita algún vendedor consigue una partida, o a través de vendedores ambulantes. La segunda opción, sin lugar a dudas, es la mejor. Los vendedores son, la mayor parte de las veces, los propios agricultores que, sabiendo que tienen un producto deseado, lo venden directamente. Periódicamente visitan los mismos sitios -generalmente mercados o calles comerciales- y terminan conociendo a sus clientes. Este fue mi caso con Fernando. Lo conocí hace ya unos meses en una calle comercial de Bogotá y en todos nuestros encuentros le he comprado cuatro libras (2 kgs).
"Por aquí, por toda la 38, todos me llaman el Mangostino", me dijo esta mañana. "Vengo la primera semana de cada mes a esta Bogotá que para mí es una locura".
Le dije que la fruta que vendía me gustaba mucho y, casi sin respirar, me contó mil historias. Desde lo difícil de su cultivo hasta lo rentable que era su venta en la capital. En Internet -le dije con la intención de tirarle de la lengua- he visto que en realidad esta fruta proviene de Asia.
"Mi doctor, eso es pura carreta (un cuento), carajo. Esa vaina siempre estuvo aquí. Además, todo el mundo sabe que el Mangostino es el regalo que Dios le dio a mi pueblo de Mariquita. Por eso no deja que crezca en ningún otro sitio". Tras detenerse, y pensar un segundo, añadió sonriendo: "¿Cuándo ha visto usted a chino comiendo Mangostino? ¡No friegue (no moleste) mi doctor¡".
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