Anibal me llevó a almorzar a un restaurante típico que servían comida precolombina. Todo al horno, servido en una especie de enormes e hirvientes "morteros" de piedra. Un almuerzo delicioso y extraño que me encantó. Sabores raros o, mejor dicho, mezclas ajenas a nuestro paladar. Mucho maiz, mucha verdura. Una auténtica experiencia culinaria.
Por la tarde, visitamos el museo de antropología de Xalapa, uno de los mejores de la República Mexicana. Me hizo mucha ilusión visitarlo porque en él, se conserva una de las mejores colecciones de cabezas olmecas. Las famosas cabezas olmecas que, a los amantes del misterio, tanto nos apasionan.
Recordé las clases de historia -poca cosa- y mucho lo que he leído luego de historia precolombina.
De regreso a Veracruz, paramos en Antigua, el lugar donde Hernán Cortés desembarcó y atracó sus naves. Allí visitamos lo que queda de su casa, el lugar del río donde atracó las naves y la primera ermita que se construyó en todo América.
El río es caudaloso y está cruzado por un puente colgante que, al caminar, se mueve fuertemente. Todo una experiencia, sí señor.
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