Ha pasado un mes de lo que les voy a relatar y aún me conmueve. A veces me sorprende lo terrible, o medio terrible según se mire, que puede resultar el mundo. Hace unos meses, a dos de mis mejores alumnas, una de ellas profesora en la Universidad de Mérida en Venezuela y que cursa su doctorado conmigo, se le ocurrió la idea de realizar un estudio de carácter sociojurídico acerca de la prostitución en Colombia. Creo recordar que, en su momento. escribí un post sobre ello en este blog. Han pasado unos cuantos meses y, junto a ellas, y entre el derecho de la propiedad intelectual y competencia, casi como forma de relax mental, hemos buscado el "estado teórico del arte", esto es, la bibliografía más importante sobre el tema.
Y ahora, nos tocó empezar con el "trabajo de campo". La experiencia no ha podido ser más increíble, a veces desagradable, pero hemos aprendido muchas cosas. La primera es que las trabajadoras sexuales son reacias a hablar del tema y que se necesita cierto don de gentes. No obstante, tras varios intentos en sus lugares de trabajo, fuimos capaces de entablar cierto contacto, que esperamos se prolongue en el tiempo, y nos pudieron contar sus experiencias.
Hablar con ellas es complicado, tomar notas, imposible. Si te ven haciéndolo, enseguida se levantan sospechas y las trabajadoras pueden generar desconfianza, tener problemas y que los propietarios de los locales no las dejen volver a trabajar. La calle, nos cuentan, es mucho peor que los locales. Debemos buscar las estrategias, en ocasiones muy desagradables, para poder hablar con ellas sin levantar sospechas y rellenar nuestros formularios que luego nos permitirán sacar conclusiones. Al ser el único hombre del grupo, me toca el grueso del trabajo.
La segunda cosa que aprendí es la figura del conteo. En estos sitios de trabajo, se cuenta a las trabajadoras que están y, periódicamente, se les llama para comprobar que están en el salón. Si están bebiendo con algún cliente, ganan dinero por lo que estos consuman. Y ellas deben beber si quieren ganar dinero lo que, evidentemente, agudiza el problema. La línea divisoria entre el control del negocio y la coerción es un tanto difusa aunque ellas aseguran sentirse libre.
La tercera cosa que he aprendido es que no todo el trabajo sexual es fruto de la necesidad. Una de las trabajadoras sexuales entrevistadas mantiene un trabajo estable que le da para vivir y la prostitución es una segunda fuente de ingresos.
Tratar con estas personas, ganarse su confianza, que te cuenten sus vida en sus lugares de trabajo, moverse en ese calles sin aparentar miedo y con aplomo, es una experiencia. Ojalá nuestro trabajo sirva para algo.
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