martes, enero 08, 2008
Noche de Reyes.
En ocasiones encontramos pequeñas realidades que me devuelven la fe en la humanidad. La noche de reyes, en Las Palmas, paseamos por la trasera de Triana, una de las principales calles comerciales de la ciudad ubicada en la zona antigua. A las tres de la madrugada la calle estaba a rebosar de transeúntes. Las tiendas abiertas y un inmenso mercadillo montado. Entre los vendedores, había un chico sentado en el suelo con dos pancarta. Sólo con latas de refrescos y una habilidad increíble, hacía ceniceros, candelabros y otras maravillas. Una vez confeccionadas, las colocaba encima de una caja para que el público pudiera llevárselas. La primera pancarta recogía unas citas bíblicas de las que se intuía los mil problemas por las que aquel artesano de nuestro tiempo había pasado. La segunda tan sólo decía: "El precio es voluntario".
Durante quince minutos nos quedamos viendo como el chaval desarrollaba su arte, convirtiendo una lata en un cenicero a su antojo. Algún transeunte le dijo que si le podía hacer un cenicero más alto. Con destreza, tomó una lata de Coca Cola y le creó uno a su gusto. La gente cogía los ceniceros y los candelabros y le dejaba uno o dos euros. En los quince minutos que estuvimos viéndolo vendío unas diez de sus creaciones. Una señora que estaba a mi lado y que lo veía asombrada decidió comprar uno de los ceniceros. "Sólo por verlo se merece comprarle uno", me dijo con una mirada cómplice. Sólo sonreí aunque desde hacía ya rato que compartía su opinión. El cenicero que guardaba en mi bolso y que había comprado hacía unos minutos era prueba de ello.
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1 comentario:
Leer tu post y compartir comida con vosotros es lo mejor que me ha pasado hoy día.
Un abrazo grande
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