En Miami.
En fin, la verdad es que he durado poco en España. Es 19 de noviembre de 2006, son las 17:00 horas y estoy en el aeropuerto de Miami, en transbordo con el vuelo AA 985 con Managua como destino final. En la capital de Nicaragua voy a pasar toda la semana -el día 26 regreso- hablando de comercio electrónico en la UAM (Universidad Americana).
El aeropuerto de Miami es un aeropuerto no tan grande como imaginaba. Evidentemente no es pequeño pero no es el JFK de Nueva York o el LAX de Los Ángeles o, en Europa, el aeropuerto de Frankfurt o el propio De Gaulle de París. Es un aeropuerto grande pero manejable.
Como siempre que visito los EEUU, el personal de frontera es extraordinariamente amable. A todo el mundo me dirijo en inglés y todo el mundo me contesta en el mismo idioma salvo cuando enseño el pasaporte en cuyo caso, tras sonreír, me contestan en español. Cubanos, mejicanos, puerto riqueños -con esa sustitución de la r por la l que les da un habla tan particular- hondureños, salvadoreños; un crisol de nacionalidades de hispanos viven en esta ciudad. El policía que me ha sellado el pasaporte se apellidaba "Carbajo" y el empleado de American Airlines que atiende el mostrador de la puerta de embarque se apellida "Salamanca". España parece perseguirnos.
Dentro de poco, en poco menos de una hora, sale el vuelo. Desafortunadamente, no puedo colocar este post ahora mismo porque la wifi también es de pago en este aeropuerto. No obstante, su precio -3,5 euros por 30 minutos u 8 euros 24 horas- es un precio mucho más razonable que el del aeropuerto de Barajas cuya situación no tiene nombre. En fin, ya contaré como va todo.
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