sábado, abril 22, 2006

De vuelta a Salamanca


Pues aquí estoy nuevamente en un sala de espera, aguardando el embarque al avión de Spanair que me llevará a Madrid. La verdad es que he pasado apenas cuatro días en Las Palmas -del 15 al 20 de abril- que me han sabido a poco. Como de costumbre, no he podido ver a todos los amigos que quería. No los olvidé, simplemente, no fui capaz de alcanzarlos. En cualquier caso, he podido desconectar un poco del ajetreo diario.

Lo mejor es que he conocido a mi "sobrina" Alicia, hija de Paco y Alicia, unos de mis mejores amigos. Es un bebé sano y hermoso de ojos claros. Su piel es tersa y fina, como si nos quisiera recordar, cada vez que la abrazamos, que tiene toda una vida para que la edad, esa sabida portadora de la memoria, la convierta en una joven bella y vital. A veces la vida nos recuerda que la realidad no es tan terrible y que todavía hay hueco para la esperanza. Quizá sea una prueba más de que la única aventura que merece la pena vivir es aquella que sale del corazón.

Volviendo a este aeropuerto, una de las cosas que llama la atención en España es lo cabrones que son los de AENA. En los aeropuertos españoles donde hay redes wifi como en Barajas -en el aeropuerto de Gando (LPA) no aparece ninguna- conectarse cuesta un ojo de la cara. Para que se hagan una idea, unos 5 Euros treinta minutos. O sea, un robo a mano armada. Y es que los de AENA se pasan siete pueblos. En todos los países medio normales -incluyendo algunos latinoamericanos como el de San José de Costa Rica- las redes wifi son abiertas o, cuando menos, no cuestan estos precios tan absurdos. Como imaginarán, aunque escriba esto ahora, lo publicaré bien desde mi propia red, bien desde una red abierta. Claro, que AENA hace lo mismo con los aparcamientos de los aeropuertos, los más caros de Europa.
En fin, camino a la normalidad.

No hay comentarios: