miércoles, diciembre 05, 2007

Otros tiempos.



Existen ocasiones en que, de repente, uno percibe que el pasado nunca desapareció del todo. Que quizá tengan razón los budistas cuando señalan que la vida es un círculo, un eterno retorno.
Hace unos días, en el autobús reconocí una cara amiga pero imposible. Una cara de otro tiempo, de otras épocas y de otros lugares. En cinco segundos reconocí aquella cara imposible y me transporté en mi imaginación, en medio de la niebla que azotaba Salamanca y que rodeaba al autobús, a los tiempos de mi primera y segunda adolescencia. Una época en la que el baloncesto, y el mundo del arbitraje, centraban mis ambiciones y mis sueños. Eran tiempos de entrenar, de aprender y entender el juego -aún conservo mi título de entrenador oficial que obtuve en aquella época-, de pitar partidos, de soñar con la ACB. El arbitraje era, en gran medida, el centro de mi universo. Era la época de la Escuela de Árbitros de Baloncesto de Las Palmas, dirigida por el buen intencionado Juan Carlos Arteaga y articulada por un grupo de universitarios que ponían desinteresadamente su esfuerzo y a los que nosotros, en nuestra adolescencia, tomábamos como ejemplo. Era un ambiente sano que nos libró y nos mantuvo alejados de los peligros de la época.

La cara imposible que me miraba era la de Marcos, uno de aquellos compañeros de adolescencia, de momentos intensos. Desde hacía más de diez años que no sabía nada de él. Vivía en Suecia, donde emigró por diferentes motivos, y allí trabajaba. Por eso, era imposible que estuviera en un autobús en Salamanca a las ocho y media de la mañana. Sólo cuando me miró, arqueó sus cejas y supe que ambos, en esos cinco segundos, habíamos viajado al pasado reviviendo en nuestro interior una tormenta de emociones, me dí cuenta que lo imposible también es real y ocurre. Nos acercamos y nos abrazamos. Ahora vive en Salamanca y estará al menos tres años. Nos bajamos del autobús y desayunamos juntos celebrando nuestro encuentro. Hablamos del pasado y de algunas cosas del futuro. Entre otras cosas interesantes, me indicó donde localizar la foto que está puesta en el blog. Por lo visto, la foto de aquel árbitro adoslescente que un día fuí, está colgada junto a otras "viejas glorias" arbitrales en la web del colegio de árbitros de Las Palmas. La vida es extraña. Dejé el arbitraje, en gran medida y ya en mi segunda adolescencia, para poder estudiar Derecho con traquilidad. Lo hice con éxito. Nunca fuí árbitro internacional ni pisé un cancha ACB pero terminé siendo Doctor en Derecho Mercantil por Salamanca y profesor en su octocentenaria universidad. Definitivamente, no se puede luchar contra el destino.

2 comentarios:

Ger dijo...

Estas anécdotas de reencuentros imposibles me encantan. No hay felicidad mayor que reencontrarse con amigos desaparecidos en la niebla del pasado y que muchas veces navegan por el mar de nuestra nostalgia.

volvoreta dijo...

Que riquiño taaaaaaan pequeño, pero no hay duda que eres tu
Sonrisas