Siempre me ha gustado oir sus arias y los fragmentos con los que contribuyó a popularizar en gran medida la ópera. Recuerdo que uno de los pocos discos de vinilo que compré fue una de estas recopilaciones allá por el año 1996, en Praga, cuando aún era Checoslovaquia, en una hermosa tienda ubicada en una de las amplias calles que suben de la Plaza de la República. La copié en un casete y recuerdo que la oía con frecuencia. Me emociona el Nessun dorma, me deleita el O solo mío, me anima el libiamo, libiamo. Son recuerdos de tierna juventud. Con Pavarotti algo de ellos ha muerto con él. Adiós al maestro, durante doce años enseñó a niños de primaria sus primeras letras en su Modena natal y al gran tenor. Por ambas cosas, ganó la inmortalidad. Por eso, hoy más que nunca, como al final del Nessun Dorma, podrá cantar con orgullo el "vinceró, vinceró".
domingo, septiembre 09, 2007
El gran Lucciano.
Pavarotti, el gran Lucciano, ha muerto. Me enteré ayer mientras escuchaba la radio. 
Siempre me ha gustado oir sus arias y los fragmentos con los que contribuyó a popularizar en gran medida la ópera. Recuerdo que uno de los pocos discos de vinilo que compré fue una de estas recopilaciones allá por el año 1996, en Praga, cuando aún era Checoslovaquia, en una hermosa tienda ubicada en una de las amplias calles que suben de la Plaza de la República. La copié en un casete y recuerdo que la oía con frecuencia. Me emociona el Nessun dorma, me deleita el O solo mío, me anima el libiamo, libiamo. Son recuerdos de tierna juventud. Con Pavarotti algo de ellos ha muerto con él. Adiós al maestro, durante doce años enseñó a niños de primaria sus primeras letras en su Modena natal y al gran tenor. Por ambas cosas, ganó la inmortalidad. Por eso, hoy más que nunca, como al final del Nessun Dorma, podrá cantar con orgullo el "vinceró, vinceró".
Siempre me ha gustado oir sus arias y los fragmentos con los que contribuyó a popularizar en gran medida la ópera. Recuerdo que uno de los pocos discos de vinilo que compré fue una de estas recopilaciones allá por el año 1996, en Praga, cuando aún era Checoslovaquia, en una hermosa tienda ubicada en una de las amplias calles que suben de la Plaza de la República. La copié en un casete y recuerdo que la oía con frecuencia. Me emociona el Nessun dorma, me deleita el O solo mío, me anima el libiamo, libiamo. Son recuerdos de tierna juventud. Con Pavarotti algo de ellos ha muerto con él. Adiós al maestro, durante doce años enseñó a niños de primaria sus primeras letras en su Modena natal y al gran tenor. Por ambas cosas, ganó la inmortalidad. Por eso, hoy más que nunca, como al final del Nessun Dorma, podrá cantar con orgullo el "vinceró, vinceró".
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