
Hace unos días se cumplió el aniversario de la muerte de Ernesto Guevara, el Ché. No negaré que me gusta su figura como personaje histórico aunque no sea marxista, ni crea en la sociedad nueva ni piense que la Historia tomó otros derroteros que los del mesianismo marxista. De la misma manera, admiro a Sartre y no soy existencialista y soy un entusiasta de Borges aunque en nada coincida con su forma de entender el mundo real. Dicho queda porque vivimos en tiempos de personalización de todo.
Me gusta el Ché por la fuerza narrativa de sus escritos políticos y por la fuerza de sus discursos, por su afán de justicia -a veces la revolución es la única salida- pero sobre todo, me admira su ejemplo de honestidad. Equivocado o no, revolucionario o no, lo dejó todo, abandonó todo para seguir luchando -en el sentido literal- y extender por latinoamerica su ideal revolucionario. Abandonó sus privilegios, sus cargos y la vida acomodada que ya empezaba a disgustarle. En un tiempo donde estos ejemplos no se ven -y ni tan siquiera se imaginan- el Ché sigue siendo un ejemplo de honestidad. Esta mañana, cuando abrí la presa, me volví a dar cuenta. En un lado de la página, se daba la noticia de un alcalde que alteraba el censo para permanecer en su cargo, en la otra, en la sección de efemérides, se recordaba la fecha de nacimiento de Ernesto Guevara: 14 de julio de 1928. Las coincidencias paradójicas, a veces, nos hacen reflexionar.
1 comentario:
Un saludo desde Buenos Aires, Juan. Hace tiempo que quiero saludarte, pero entre tantas cosas...En fin, un abrazo de vuelta. Final de tu verano, principio de mi primavera. Un abrazo
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