El verano se presenta largo. En Salamanca hace un sol de justicia y me toca trabajar en agosto. Por tanto, no iré en verano a Las Palmas. Y es una pena. Desde el centro de Castilla, a veces, echo de menos la humedad del ambiente, el acento de la gente, las calles de Vegueta, la brisa del paseo marítimo que tantas veces disfruté en las noche de entresemana cuando, al terminar de estudiar, me escapaba con mi walkman a sentarme en los bancos del muelle deportivo.
De todas maneras, desde que pueda, me daré un salto de tres o cuatro días. El futuro dirá.
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